Notas del nueve de julio. Hoy he visto torear. En el bosquecillo de la cuneta de la M30, después de la salida de la desesperación, hay un tipo toreando de salón. Con su muleta y su capote, entre los árboles que derribó Filomena, entre las latas de refresco que la gente tira por la ventanilla, trocitos de neumáticos y bolsas que están ahí biodegradándose como tú y yo. Torea muy despacio, alarga el brazo, encaja los riñones, mide cada pase y se imagina que ruge una maestranza de coches de sirenas y entonces entra a matar e imaginariamente, deja medio espadazo atravesado, caído trasero y tendido que es, por otra parte, la estocada que lleva mi Españita en lo alto.
Qué calor hace. El deshielo cómo deshiela. Dicen que en las escaleras de Moncloa te puedes asar un chuletón. Viene Isabel Díaz Ayuso de blanco confirmación de alternativa en Las Ventas y Sánchez le dice: “Quieta ahí”. Es para la foto. Chocan los puños, las frentes y los ojos. Él no sabe qué hacer con las manos ni con la armonización fiscal. Ella está más serie que un Mosso d´Esquadra. El reto de Madrid a Moncloa esconde una pregunta inmensa: ¿Qué pasaría si todas las comunidades autónomas se comportaran como Cataluña? Y después las provincias. Y después las ciudades, y los barrios, las familias y las personas. En lugar de dos Españas, habría cuarenta y cinco millones.
Ah, Ayuso, Khaleesi castiza, le canta las cuarenta a Sánchez. Debería medir su desafío. Si se pone más borde con el Gobierno, igual le montan una mesa de negociación.