Traigo que decepciona un poco el último capítulo de la temporada de Ciudadanos. Es muy previsible. Se va el candidato de Madrid y tumban la moción de censura los diputados que firmaron la moción de Censura en Murcia. Murcia es Borgen con invernaderos multitunel, en realidad, todo es Borgen, pero a mí lo de la Moción me suena a restaurante brasileño en el cruce de la carretera de Águilas a Pulpí.
Mi españita es un giro de guión continuo. En lugar de jefes de gabinete, han contratado a directores de cine. La Moncloa es Sundance. Iglesias es Indiana Jones. Aquí da clase y las alumnas le miran enamoradas, allá corre delante de la bola de los poderes económicos. Salva a todas las chicas. Dentro de 25 años nos venderán en un documental que esta gente eran unos santos que luchaban por una segunda transición, pero a mí el argumento me recuerda a ‘Los piratas del Caribe’.
Edmundo Bal se presenta de candidato a la Comunidad de Madrid y se va Ignacio Aguado. De pronto se va todo el mundo. Últimamente, los políticos corren más que Emile Zatopek en los juegos de Helsinki. Van los políticos por ahí corriendo, nadie sabe a dónde muy bien, y va por ahí Ignacio Aguado hablando. Lo de Bal en Madrid está claro porque se había publicado que el propio Bal había dicho que no. Que un político diga que algo no va a pasar es la señal más cierta de que ese algo va a pasar. Hasta Aguado que la decisión era suya, lo que traducido dice que le han tenido que apuntar con una recortada para que salga ahí a decir eso. También ha dicho que Bal era el mejor candidato “Posible”.
