Hoy traigo el debate de las catalanas, sustituye a Puigdemont el ínclito Rull y nos recuerda cuando recitábamos los procesados del procés de memoria, como un delantera del Madrid de los cincuenta: Forn, Rull, Turull. Mi Españita es un batiburrillo con flores. Para ahondar en la concordia putoamista, Ábalos dormita en la comisión del casokoldo y Óscar puente acusa a Milei de ir puesto de farla. El ministro de transportes ya habla como el Llados ese de los forrado de los tatuajes y los cochazos.
El Retiro ya parece el lago Turkana con barquitas, enamorados que reman torpemente y poetas que escriben versos que otros ya escribieron antes. Los chicos se besan como si se fueran a gastar los labios. Quien sobrevive a febrero, vive un año más y no sabemos cómo ha sido, pero ya estamos empezando mayo, que transita sobre un eco de volantes, de toreros del ministro ultrasun, de flores en las cunetas y luz del cielo de farolillos de Jerez.
Me quiero parar en las cosas que sí pasaron no como lo de Delcy, las gafas de Otxandiano, el Santo Sepulcro vacío, aquella mañana en los Altos del Golán en la que escuchábamos volar los fierros por el cielo y sonaba la tierra como un tambor de sequías. De la sangre, del miedo, del olor y de lo que vino después, al otro lado.
Vengo a poner en negro sobre blanco el frío, la noche, la oscuridad, el espanto y las anochecidas a las cuatro de la tarde. Y todas estas mentiras. Y vengo a certificarlo ahora que se vienen los días mejores, los días rosas. Esperé a escribirle la columna a la primavera por si finalmente no llegaba, pero aquí está. Hemos vencido y hay que celebrarlo.