Traigo que en Moncloa han encendido las luces de la verbena y la máquina de las palabras de la que saldrán las denominaciones de un referéndum de independencia en Cataluña y esta amnistía tan guapa, cómo se va a llamar. Me estoy acordando de la Nueva Normalidad, la despolitización y compañía. Habría que bautizar las peores vilezas con un nombre pretendidamente amable, desligado por completo de la carga negativa del objeto y de la realidad, por qué no. A amnistiar a Puigdemont y a otros 1200 procesistas mientras que el que roba una moto va al talego, podríamos llamarle botón de nácar, primer baño del verano, bombón.
Como la máquina de las palabras tiene un botón de automático, Sánchez le ha dado y se ha ido de vacaciones a Lanzarote en ese impulso suyo como de vigilante de la playa, de salto carpado desde la roca y bañador cortito para presumir. Porque la derecha la ponen vestida con alpargata azul, bañador y Meyba antiguorro, pero el sanchismo es una acción política como se pasear por la orilla con la pierna del bañador remangada y la cintura bajada, es para que no quede marca.
Allá atrás, queda todo en orden. La coalición, la negociación, apuntadas las cifras de la EPA, han subido la cifra de empleados. La estadística del empleo es el milagro del Sol de Fátima del sanchismo. Los sindicatos se han clavado de hinojos, juntan las manos, rezan en idiomas que no conocen. Dirán los cenizos de la derecha que no son empleos de calidad, pero en realidad dos millones de los que cuentan como empleados no trabajan ni una hora a la semana. Decidme que eso no es un empleo de calidad.