Traigo que exhumaron a José Antonio Primo de Rivera a un mes de las elecciones y la gente a estas alturas no se aclara si es el padre, el hijo o el Espíritu Santo. Mi única Españita joseantoniana hoy es la de José Antonio Morante de la Puebla. Pero, en Moncloa hay una gigantesca ouija, desenterraron a Primo de Rivera y a cincuenta fascistas con brazo en alto y bola antipolilla. Hay gente enterándose que a Primo de Rivera lo fusilaron tras un juicio injusto. Cuidado a ver si haciendo memoria haciendo memoria, termina quitándole la placa a Largo Caballero.
Por mí, como si hacen un webinar. Elena me avisó de que han vuelto las golondrinas a nuestra casa. Se llaman con un canto parecido a la risa. Después, se persiguen en el aire en piruetas elegantes tan distintas a los gorriones que parecen siempre enfadados. Desde el poema de Becquer, todas las golondrinas con las mismas. Yo creo que no, que los que somos los mismos somos nosotros y un día mirando el cable nos descubrimos absortos ante el milagro de las cosas que regresan cuando parecía que se habían ido para siempre.
Dos golondrinas contra la sombra, contra el desánimo, contra la desesperanza, contra los sueños de los suicidas que por las noches piensan en puentes. Allá van los pájaros girando sobre las puntas de sus alas y dibujan sobre el cielo el secreto de la primavera. Después, al cielo del mediodía, se posan sobre su pentagrama de cables como las notas musicales de una canción alegre que, si te digo la verdad, a veces creo haber olvidado, pero si me la tarareas, te la canto.
