Traigo las notas del 20 de diciembre. De haber vivido en Tasmania y no en Valladolid, Francisco Igea se habría enterado diez horas antes que mientras hablaba en lo de Alsina, ya estaba cesado como vicepresidente de la Junta de Castilla y León. Ya sabría que Alfonso Fernández Mañueco habría convocado elecciones en Mañueco Land por un tweet.
Pero antes, para cesarte, te mandaban un motorista. Un motorista con su moto, con su casco y con su muerte envuelta en un sobre con membrete oficial. Durante unos minutos, sin que nadie lo supiera, la noticia del cese cruzaba una ciudad que siempre parecía de Dickens, y cedía el paso a las furgonetas en las rotondas, y cedía el paso a los niños con bocata a la salida del cole. Después, tomándose su tiempo, con la moto al ralentí, el motorista tocaba el timbre, sin ni siquiera quitarse el casco, y decía: "Una carta del Ministerio". O de la presidencia, o de donde fuera… Y el destinatario sabía que entonces todo había acabado. La ceremonia tenía cierta belleza, cierto respeto, pero como en este país se están perdiendo las formas hasta en los envenenamientos, ya no te mandan un motorista. Ahora te ponen un tweet desde la cuenta de la presidencia de Castilla y León.
El primer interesado debería ser el primero en conocer la noticia pero no, nunca. Hasta la Organización Mundial de la Salud ha confirmado que los contagiados se pueden contagiar de Ómicron. ¡Si lo sabía todo el mundo hombre! Los últimos en enterarse era el nombre de la chirigota de José Guerrero 'El Yuyu' en el Carnaval de Cádiz de 1955. De pronto, el público del Gran Teatro Falla comenzó a gritar "Yuyu cabrón" y el chirigotero les pidió desde el escenario: "No me digáis más "Yuyu cabron" que se me va a quedar Yuyu".