Traigo lo de Cataluña, qué locura. Últimamente, a las ceremonias de la Generalitat les suena una trompetilla ceremonial y un eco patibulario. Han llevado a Cataluña a un terreno extraño que queda entre lo molt honorable y el chabolo del talego. Al menos hemos visto de nuevo a los amigos. Junqueras ha salido de la cárcel con un traje como de la selección de rugby de Samoa y sube las escaleras como si celebrara un gol.
También estaba Quim Torra que siempre va por ahí preso de un sonrojo contenido, un rubor patriótico y burgués como si todo el rato acabara de salir de clase de pádel. En Moncloa creyeron que conseguirían domar a Esquerra dándole hilo a la cometilla de la desjudicialicación, el conflicto político y la rebaja de las penas y ahí los tienes, prometiendo un referéndum en dos años. Sánchez está contento porque hecho presidente a un Aragonés. El amor es ciego, sordo, mudo y daltónico y Cataluña no es un fracaso de la política. Es un fracaso de la realidad.
En 2050, Esquerra será un partido constitucionalista y el bosquecillo oriental de Moncloa en el que hacen el amor las libélulas, parecerá la Selva del Irati. Por allá despega el helicóptero presidencial, lleva una cinta de la tuna universitaria de Barcelona. Cómo le gusta a Sánchez el olor de los indultos por la mañana. Dime si no es bonito sacar de la cárcel a unos tipos que juran que lo volverán a hacer.
