Hoy traigo el pacto de Sánchez para quitarle a UPN la alcaldía de Pamplona para dársela a Bildu a cambio de la investidura de la konkordia con k. No es que Sánchez se haya acercado a Bildu, es que a veces creo que se ha comido a Arnaldo Otegui. Le da las gracias Hamás y pone en la alcaldía a un partido heredero de un movimiento terrorista. Temo que cualquier día deje el traje lavanda se aparezca vestido con ropa técnica de montañero y una mochila para senderos cortos como Iosu Ternera. El sanchismo, flor de la progresía, puede cruzar mi Españita de antiespañol en antiespañol.
Empezó en Navarra y en Pamplona terminó y ahí sigue rebotando en un eco como de frontón de Alsasua. ¿No es bello? ¿Acaso no hay belleza en la barbarie política? Es como ver chocar un tren. Es como ver esos videos de Youtube de gente que salta al agua y se da con la nuca el borde de la piscina. Hay algo irresistible, magnético y a la vez terrible, una fuerza centrípeta que radica en que va a suceder lo que sabes que va a suceder, pero no puedes parar de mirar.
Todo empieza y termina en Pamplona, como los fueros, como el carlismo y como los sanfermines, como una novela de Hemingway pasada de absenta. Ya sabes, un entusiasmo desmedido, una resaca del copón de la baraja, una decepción enorme. Dijo: No pactaré con Bildu y no es que pactara con Bildu, es que puso a Bildu en el Gobierno. Es como si digo yo que soy urdialista y cheleliano y después me meto al Pacma de eurodiputado.
Si te digo la verdad, llegados a este punto, las cosas que más nos sorprenden son las que nos esperamos.