Traigo las notas del 25 de febrero, en la ciudad ha vuelto a llover una lluvia desesperada de charcos de fondo de trinchera y árboles sin hojas. Madrid casi Mariupol es una ciudad hecha retales del invierno. Tenemos alergia, ganas de que llegue el fin de semana y las de perder.
Vivíamos en la primera parte de Platero. Caían rosas de las siete galerías del paraíso y de pronto tenemos las tropas rusas a las puertas de Kiev. El escenario adquiere un tinte irreal. En una de las imágenes, un coche circula por una de las calles de la ciudad y un tanque lo enfila de frente y le pasa por encima. En otro vídeo grabado poco después, unos vecinos intentan liberar al conductor que queda atrapado y vivo entre los hierros. Para nada. Ucrania nunca hubiera entrado en la OTAN con un conflicto armado abierto en el país. Nadie firma un seguro de vida a un moribundo, pero aquí estamos, en lo de las sirenas y el reclutamiento.
Las filas de tanques tienen algo del atasco cuando llevas a los niños al colegio. La guerra siempre parece cercana. Para que puedan defenderse y parar a los rusos, a los habitantes de Kiev, el gobierno de Ucrania les ha dado la receta del cóctel molotov. También llevan en la cartera una página de periódico con una tribuna de fulano en la que habla de las sanciones económicas a Rusia para sacarsela a los soldados y un sobrecito con semillas de violetas para que crezcan flores en sus tumbas. Entre las decisiones imposibles está esta de elegir entre entregar su país o tu vida. En estos momentos, hay un tipo agazapado en su cocina con el caldero al fuego para verter desde el balcón un balde de agua hirviendo sobre una potencia armamentística. Rendirse también es morir de otra manera.
