Traigo que mañana levantan el Estado de Alarma, con lo que pesa. Al cielo con él. Qué momento. Los pilotos dibujan en el cielo de la ciudad corazones de humo, autos del Tribunal de Justicia del País Vasco y mensajes que dicen ‘Vane, pírate’. Cantaba la chirigota de Chiclana ese momento en el que las chavalas se tatuaban para sus parejas palabritas muy cachondas como “Buenas noches, José Antonio, tienes la cena en el microondas”. Ha llegado el calor y la cogobernanza, tan útil, tan legal, tan contradictoria, tan buenista, tan perfectamente sanchista.
Cogobernanza a mí siempre me pareció que tenía nombre de postre, pero es una coartada y una cosa por la que en el que cada uno hace lo que le sale del Boletín Oficial y se llama a la prudencia y a los colegas para salir. Del Estado de Alarma me caben unas cuantas preguntas. Si es necesario para aplicar las medidas, por qué se levanta. Y si no era necesario para imponer las medidas, ¿Por qué se impuso?.
Pero estaba en esta sensación de optimismo, nos van a llover las vacunas, los miles de millones y los novios.
Hace calor, el mirlo canta su locura de madrugada, han echado a volar las pelusas de los árboles y los niños con sed. Hay pocas cosas más bonitas que un niño con sed bebiendo agua en una fuente de un parque su rico trago de agua fresca. Pronto abrirán las fuentes, está creciendo el maíz.
Ya está terminando el verano. Le van a poner peajes a las carreteras y a la primavera. Que pague la primavera quien la use. Que pague el colegio quien lo use, que pague el hospital quien lo use y, sobre todo, que pague el CIS quien lo use.