Hoy traigo apuntado este jueves que sabe a lunes, a cuernos, a traiciones y a árboles derribados por el viento como mi Españita de raíces al aire. Hay días en los que uno no tiene muchas ganas de cachondeo pese a los chistes, son días sucios, de esos en que a uno le entran ganas de ducharse o de lavar el coche o de arreglar el suelo del cuarto de baño, lo que sea que no sea pensar en un país en almoneda con reunión en Bruselas y oficio de Difuntos.
Voy pesaroso por eso que se llama el Madrid de dentro de la M30, que es como una isla, pero al revés. A mí que Puigdemont esté o no en la cárcel, me da bastante igual o que entren en la trena los abolladores de cascos de Urquinaona, me da igual. Si me dices que se ha escapado, que no encontraron pruebas, que lo que me preocupa es que se deje de perseguirlo.
Andan los corifeos de Moncloa con que la amnistía cabe en la Constitución. Yo creo que algo puede ser legal y estar mal. Yo creo que en la Constitución caben muchas cosas que son feas y perfectamente legales, pero caben en la Constitución, como un relleno, el farci, le dicen los franceses y a la constitución le cabe tanto que en lugar de una Constitución parece un pavo.
No sé por qué se llama negociación si aquí solo cede una parte. O es que la otra parte solo cede su apoyo para hacer presidente a Sánchez. Eso es lo que pagan ellos, quiero decir. Hacer cosas que están mal porque no gobierne el otro es el quicio de todas las dictaduras. Si el bien supremo es uno, ese es el problema.