Traigo que ya es marzo, otra vez. Todos los marzos serán ya aquel mes de marzo. Se alargan los atardeceres en cielos naranjas encendidos por la puesta de sol y por una furgoneta de los Mossos de Esquadra que arde en Barcelona con dos agentes dentro.
Todo es violencia
Todo es violencia, ya. La policía es violencia. El recibo de la luz es violencia. Los piropos son violencia, el Gobierno es violencia. España es violencia. El Estado de Derecho es violencia. El sexo es violencia, parir tumbada, las maternidades, los catálogos de ropa, la talla 38, los deberes, los piropos, abrirle la puerta a una mujer es violencia, conducir es violencia, y los cuadros de los museos, las minifaldas y las pasarelas de modelos.
Comer pollo es violencia y por supuestos los toros son violencia. Contar chistes de gordos, tocar la bocina, montar a caballo, montar en burro, poner a un buey a tirar de un carro, robarle la leche a una vaca, comer una hamburguesa, el sushi y por supuesto lo que hacen los gallos a les gallines, es violencia.
Las cargas policiales son violencia, y los deberes son violencia, los insultos, las misas, los petardos, el matrimonio, los cuadros de desnudos, las novelas de Céline, el código penal, las multas de tráfico y abrirse de piernas en el metro, que se llama mansperading, y el mansplaining, el manslamming, el manterruption y el biopriating es violencia. Resulta que todo eso es violencia, menos salir a quemar la ciudad, que es luchar contra el fascismo.