Traigo que hace cuarenta grados en Córdoba, la que me estoy perdiendo. Que no se nos pase el día sin decir que “Oye, qué calor”. Al calor le ponemos numerosos adjetivos de los que privamos a los demás sustantivos. Porque una película es buena o es mala, una película, pero hoy hace calor, un calor como como qué: pues un calor horroroso, un calor infernal, un calor atosigante, canicular, bochornoso, abrasador, sofocante, tropical, pegajoso, seco humano, estival, veraniego, veraniego, sugerente… un calor inusual. Más calor que debajo de un plástico, más calor que en lo de Enrique Ponce. Más calor que en Écija, sartén de mi Españita, hay una cosa más caliente que el calor y es la calor, que es lo que hace ahora. Dicen que hace calor en Écija, donde siempre hace calor, un poco como cuando nieva en el puerto de Opakua.
Sudar siempre fue una vulgaridad. Quejarse del calor siempre fue de snobs. Ahora están de enhorabuena porque se quejan del calor con razón. El que antes en el ascensor te hablaba del sofoco ahora te mete una brasa con el cambio climático que resulta fenomenal. Coincidirá usted conmigo: esto en abril, no es normal. Señora, una décima más que el año pasado, de verdad que resulta alarmante, los científicos avisan de un apocalipsis fulminante. En el apocalipsis traerá cosas buenas, y será toda esa gente satisfecha de morirse sabiendo que tenían razón, que del cambio climático estaban en lo cierto y que supieron antes que nadie de este infierno que nos aflige. Cuando el mundo se termine y este sea el último día gritará el vecino con alegría: “Os lo dije”.