Hoy traigo Sánchez ante el espejo de la primera pregunta de Carlos Alsina: “Presidente: Cuándo usted se mira al espejo, ¿qué ve?” Traigo a Sánchez ante ese espejo como de Alicia, como de espejito de Tezanos diciendo quien es el más guapo, espejo de maquillarse en el atasco, espejo de culturista, de bailarina, de narciso, espejuelo para los indígenas a cambio del oro. Espejo de ascensor, retrovisor, espejo del fondo de Lhardy del que escribió Azorín porque no conoció a Sánchez, que si no Azorín hubiera escrito del espejo de Sánchez. A la caída de la tarde, en el espejo de Sánchez se difumina la eternidad. El tiempo ha sido subvertido en la mente delo poeta.
La pregunta de Alsina era todas las preguntas juntas. Podría ser la única o es que fue la única porque se iba repitiendo en todas las respuestas como una entrevista fractal a un mentiroso fractal. “Por qué nos ha mentido tanto”. Bildu no fue para tanto, lo de los jueces, ya ve usted, la culpa fue de Irene Montero y algún hombre de 40-50 se sintió molesto. El sanchismo es una teoría cinética acerca de la mentira, a la que ahora llaman cambio de posición.
Bueno y quién dijo Sánchez ver en el espejo a alguien que lidió con la pandemia, que paró las crisis, que paró la lava de un volcán. Ve a un tipo con capa de superhéroe y tableta de abdominales. El espejo es un trasunto de la conciencia y de la mentira, salvo para Sánchez que se mira al espejo y dice: “Ole, ahí está el tío”.