He apuntado que a la infanta Leonor la han criticado por irse a estudiar a Gales, ¡cuánto mejor estaría en Caracas! Han florecido los almendros por sorpresa y de golpe en un bombardeo blanco y rosa. Han dicho los epidemiólogos que habrá que repetir la vacuna cada año, pero siempre será mejor que morir cada año.
Se habla de la de Astrazeneca y de que el obispo de Cartagena se ha hecho pasar por capellán de una residencia para vacunarse, normal si estamos en Carnaval. Digo yo que si alcanzamos la inmunidad de rebaño, necesitaremos un pastor.
En mi Españita no hay más que un guardian de la moral y es Pablo Iglesias, Santo Padre de la nueva izquierda, recomienda series y rectitud, susurra su doctrina y se frota las manos con el jabón invisible de los sacerdotes. Curilla insobornable de la iglesia galapagariana, tumbado en una tabla ve las series y los programas de telepredicadores del Foro de Sao Paulo. Aquí y allá ve al Maligno y grita Normalidad democrática porque no le gusta esto y lo otro.
En esta fantasía palmariana, Echenique va de monaguillo y dice que Iglesias puede dar gracias de que España no lo ha envenenado con Polonio, Rubidio, Cesio y Francio, dame veneno que quiero morir. Hasta Sánchez, que ya habla con las elipsis de un jefe de Estado, le ha recriminado que el cielo está en la tierra.
Pero al asalto del cielo y del paraíso cantan el salmo de la normalidad democrática por la que el gobernante que comete un delito no debe de pasar por la cárcel e impera un sistema contra la voluntad del pueblo por la que el partido de la Gente no puede llegar a no sé, ¿vicepresidente?.