Hoy traigo que se ha muerto Victoria Prego y ha sido un poco como si perdiéramos la memoria de la Transición de este país sin recuerdos que reescribe su historia maltrecha. El tiempo siempre se sale con la suya porque elimina a todos los testigos.
En este cuaderno tomo notas de las cosas para que no las arrase el paso de los días. Javier ha cumplido cuatro años y le han regalado un ‘minosaurio’ que hace ‘groarrr’ y, si le arrimas la mano, cierra la boca y te muerde. La Real Academia de la Lengua de Javier es un organismo con un único sillón en el que él se sienta naturalmente al revés como él se sienta habitualmente. Conserva reglas cambiantes de manera que ‘minosaurio’ al minuto se dice ‘bilosaurio’, ‘belusaurio’, bindosaurio y otros saurios que va enunciando en serie, como una metralleta de palabras truchas.
Javier habla de picassianas maneras y donde hay una letra pone otra y cambia las palabras, las modifica, despliega y recompone después cuando las pronuncia en un cubismo que en algunos momentos resulta lógico y otras veces, indescifrable. Quizás sucede que las palabras se le quedan cortas y rígidas para describir lo que se le antoja, y entonces inventa sus realidades y las bautiza sobre la marcha. El torero se esconde tras el ‘burdalero’, le andan alrededor toros azules y amigos a los que bautiza con nombres como de ballenero y que se llaman todos Capchyuk, Chakam, Malbuk.
Yo insisto en que pronuncie bien una palabra, aunque solo sea esa, como si intentara coserlo a la realidad y al final, cuando la pronuncia –“dinosaurio”-, me suena tan vulgar que prefería las otras versiones.