Traigo las notas del cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín. Se han unido tres vísperas: la escalerica sanferminera, la víspera de la coronación de Carlos III y la de la copa entre el Madrid y el Osasuna, de tu blusa y tu bandera, fuerte y rojo es el color, como el roble montañés y el vino de la Ribera, vibra en ti Navarra entera donde quiera que estés. Me sumo al grito de Daniel Ramírez el nuevo: “¡Que gane el peor!”. El abuelo de Ramirez cayó ante la manada en la cuerva de Mercaderes y Andrés Pelairea le escribió un poema que decía: “Cuando el ganado se encierra, alma recia y pecho fuerte, vedlos jugar con la muerte, a los mozos de mi tierra”. Siendo yo donostiarra y dándome igual el fútbol, hoy me veo aquí rojillo, naburro, meaplayas, chantreano, ribero y emocional, raptado por esa patria que llamamos Navarra que es una fuercecilla que te entra por dentro y Dios.
Votaría a Sánchez si prometiera cuarenta días de sanfermines. Mi ideal del futuro es una tarde de toros en el sol, un almuerzo después de un encierro en la cuesta magullado, no demasiado, un katxi de kalimotxo en una barra de chapa caliente al sol con una sombrilla de Camy y unas vacas bravas por la calle. Sánchez no para de prometer cosas, pero en ninguna de las promesas suena música de jota. Dice hoy que va a destinar 560 millones a que los jóvenes hablen el lenguaje de las máquinas, ojalá les enseñara a beber en bota.
