LA BRÚJULA

El cuaderno de Chapu: "Desagravio a los bares"

Traigo que van a prohibir la hostelería en Cataluña. Ahora que la taberna aguanta callada la carga de lo maldito, de lo sucio y lo contagioso. Ahora que se criminaliza a Manolo, ¡dos con leche y uno solo! Ahora que somos, de pronto, Holanda, hago este desagravio a los bares.

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Bares cerrados, lápidas de otro tiempo. Vacío suspendido, la suciedad en el quicio de la puerta, las pegatinas de los cerrajeros sobre la persiana, los carteles de conciertos que ya nadie retira. Si miras dentro, es peor: la máquina de café, la botella de vino fuera de contexto, el paraguas olvidado, la última mesa del último cliente y el menú del último día en el que alguien dijo ‘Se acabó’, y se acabó.

¡Eh, miradme cómo cierro los bares! ¡Miradme, ciudadanos, cómo pongo la salud por delante de la economía! Mientras tanto, el decoro que el español mantiene tradicionalmente en el bar, se pierde en el privado del botellón y el salón de casa con los colegas y los abrazos y el bah, si no tengo síntomas.

Qué importa. Somos “un país de camareros”, dicen con ese deje clasista de Facultad de Ciencias Políticas del campus de Somosaguas de la Complutense. Porque la politología es una tarea elevada, pero la hostelería, una cochinada. Así que si cierra una fábrica, se monta un pollo, pero si se cierra un bar, pues, chico, qué le vamos a hacer, somos como más europeos. Sin requiem, ni barricadas, ni la épica de los mineros mandan a la gente al paro o peor, a esperar a que ‘esto pase’. Y cuando esto pase ya no podremos reconocernos sin vosotros, queridos taberneros, os mando mi abrazo.