He perdido la noción de los mil muertos y del tiempo. Hoy, 15 de marzo, mañana puede que sea 15 de noviembre.
Como Ismael de Melville: “cada vez que encuentro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes; y, especialmente, cada vez que la hipocondría me domina de tal modo que hace falta un recio principio moral para impedirme salir a la calle a derribar metódicamente los sombreros a los transeúntes, entiendo que es más que hora de hacerme a la mar tan pronto como pueda”.
El mar. Ya dijo César Manrique lo que era, pero cambio el pico de la curva por el pico de la ola. Es mi sombrilla cruz de la lápida de la primavera.
Y este es el último cuaderno de la temporada. Repaso las notas de los anteriores, cubiertas de lejía, harina, soledad, cabreo y decepción. No hay mensaje entre líneas, ni moraleja. Ni ad de rastreo. Ni nada.
Solo muertos, errores, temblores, risas, metáforas… Y la vida, que es el combate eterno entre el miedo y la esperanza. Me he dejado la sangre y la tinta. Gracias por leer y sentir conmigo. Cuídense. Hasta pronto, con suerte.