Son las ocho de la tarde. Van por la vereda los expertos fantasma y foto de Ayuso de Mater Dolorosa. Dice Nieto que salimos todos con el alma confinada y carita como de descender de categoría en el campo del Tenerife.
Sale a la terraza el experto y un grupo de estudios de la Johns Hoshkins -Ojalá Montero citando a la Johns Hoshkins-. Estudios de la Johns Hoskins en los que se demuestra que me ve más delgado. No pongas esa cara, Lucas. Ahí están los datos.
Van callando los aplausos. Termina el Diario de Hospital de la Brújula en el que concebimos lo inconcebible. Escuchamos las voces de gente que salió de guardia un miércoles de la última semana de marzo y a día de hoy aún no ha llegado a casa.
Gente que se quedó en ese momento en el que tuvieron que decidir quién vivía cuando no había vida para todos. Gente que contó en la radio lo que no contaba en casa.
Hemos sido la marca de su mascarilla, el aliento en las gafas empañadas, el EPI que no llega, el triaje y el tacto del látex caliente en la mano del último sueño de un desconocido. Madrugada en la UCI, sudor, miedo, sed, pacientes boca abajo, shock postraumático.
Mi Españita de hospital valiente y buena. Os han aplaudido y a la vez os abandonaban a vuestra suerte. Médicos, enfermeras, celadores, personal de las residencias 48.000 contagiados, fallecidos, cansados, desprotegidos y secos de llorar. Gracias por todo. De corazón.
