Me conformaría con un siete de julio en Salou. Me conformaría con que hubiera siete de julio allá donde fuera y no este encierro con 40.000 corneados y sorbete de champán de hidrogel. Conocí a un tipo de Pamplona que ligaba con las extranjeras cuando bajaban del bus en Salou sin siquiera tocar el suelo. Ligaba de volea. Un día le dieron calabazas por un chaval que hablaba inglés y se apuntó a una academia. Hoy habla ocho idiomas.
Hubo un tiempo en el que se ligaba más en Podemos que una discoteca del Mediterráneo. Tal vez Pablo Iglesias tuviera que elegir: Galapagar o siquiatra. Es un hombre tan apuesto políticamente que puedes seguir los caminos de mi Españita en sus exclusivas, desde Tania Sánchez hasta el chalé de la Moncloíta de la Navata, que venía con la piscina, la tinaja, la cloaca, la abogada y fiscal del Supremo. El amor ha evolucionado mucho. Antes pedías salir a la gente. Ahora te conoces por el Tínder y hay gente que te quema la SIM en la primera cita. Pablo Iglesias guarda silencio sobre su relación con Dina Bousselham y en ese silencio se ha hecho un poco Mariano Rajoy y un poco Espartaco Santoni, qué vieja se ha hecho la nueva política. Decís que ha empezado julio. No os creo.