Esta enfermera arranca el día escuchando el piar de los pájaros. "No había sido consciente hasta esta cuarentena", afirma. Y es que el confinamiento tiene estas cosas, el silencia de la gente abre paso a todo lo demás.
Y llega al centro de salud, su puesto de trabajo, donde "comienza la realidad". "Una realidad muy diferente a la que viven los compañeros del hospital", comenta. Eso sí "igual de desmoralizadora" deja claro.
Es en el centro de salud donde ayudan a los más mayores. Durante el año frecuentado por ancianos y ancianas que buscan la compañía y el desahogo. Dar sus paseos. Sin embargo "ahora no tiene esos paseos, esas consultas, ese acompañamiento...y algunos se encuentran en una soledad de la que es difícil escapar", afirma. Y es por eso que "mientras que les escuchas y apoyas, sientes la rabia y la impotencia de no poder dar más que una sonrisa debajo de una mascarilla.". Y entre tanto llega la noticia de la muerte de un paciente del centro de salud. "Y te preguntas si hiciste todo lo posible", comenta.
Y tras otra reunión más de equipo, en la que se vuelven a cambiar los protocolos contra el Covid-19, "llegas a casa y escuchas los aplausos y te sientes exhausta". "Y aplaudes fuerte por tus compañeros, por todos los que trabajadores que ponen en peligro sus vidas y por todas las personas que se ha llevado el maldito virus, concluye.
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