"Soy una enfermera que trabaja en un hotel medicalizado. Las altas se suceden y la situación para que mejora. Las cifras de víctimas siguen siendo terribles, pero van en descenso.
Ahora quedan las secuelas de la enfermedad, los duelos traumáticos y nos va a tocar sobrevivir. Quiero invitar a una reflexión porque son muchas las personas que nos encontramos aquí y viven situaciones a las que me voy a referir: los inmigrantes han desempeñado trabajos esenciales, cuidando de nuestros hijos, tareas domésticas... La mayoría de ellos contratados de manera irregular.
¿Qué ocurre ahora? Voy a contar una muestra de lo que nos ocurrió la otra tarde en el hotel: Remedios, una mujer de 47 años, colombiana, dio negativo en su PCR. Le dijimos que se podía ir a casa. La respuesta fue echarse a llorar e implorar quedarnos esa tarde porque no tenía dónde ir. Al preguntar con quién vivía nos contó que llevaba cinco años en nuestro país y vivía con otra familia.
Cuidaba de mayores, niños, pero ahora no la querían acoger. ¿Qué va a ocurrir con todas estas Remedios? Pido justicia, piedad y que los acojamos de nuevo. Sí, las enfermeras no solo sufrimos cuando tenemos a paciente crítico, también ante el drama social que se nos avecina".