Dormir poco o mal afecta a nuestra salud física y psíquica; y nos influye en las relaciones sociales y familiares, en nuestro equilibrio emocional, en el trabajo, en el ánimo. En general, adultos y niños dormimos poco. Casi una hora menos que el resto de europeos. El 90 por ciento de población, necesita entre 7 y 8 horas. Los adolescentes necesitan una media de nueve horas y los bebés entre 12 y 16.
La falta de horas de sueño afecta a la salud. En consultas hay cada día más personas que no descansan lo suficiente y les afecta en el trabajo, relaciones sociales, en la autoestima. Irritables, tensos con dificultades de concentración, hace que dormir poco sea una pesadilla para niños y su entorno.
Una de las funciones del sueño es fijar los conocimientos. Esto en la etapa escolar es fundamental. Otra de las funciones del sueño es reducir la ansiedad. Si dormimos poco nos levantamos más irritables, dispara los niveles de estrés. La irritabilidad es un síntoma muy claro de la falta de sueño y tenemos que tenerlo en cuento.
Los trastornos del sueño se dividen en las disomnias y parasomnias. Las primeras son como el insomnio, narcolepsia, trastornos de ritmo circadiano. La segunda, las más frecuentes son las pesadillas, terrores nocturnos y sonambulismo.
Las técnicas de relajación, control cognitivo, se han mostrado muy eficaces para personas que tienen dificultad para conciliar el sueño. Ayuda a eliminar pensamientos recurrentes que impiden llegar al sueño. Si se tiene problemas del sueño, conviene reducir las siestas. No dormir en exceso, no hacer ejercicio intenso antes de ir a dormir, no ir a la cama con hambre pero tampoco ingerir demasiada cantidad de comida o líquidos. Arreglar el dormitorio para favorecer el sueño sin medios tecnológicos. Y los pensamientos positivos nos ayudan a dormir mejor.