El Gobierno ha aprobado esta semana la creación de más de 65.000 plazas públicas de educación de 0 a 3 años. "Esta es una antigua reivindicación de un montón de asociaciones que luchan por la conciliación familiar porque la conciliación es también igualdad de oportunidades. Aunque las plazas gratuitas de guardería no lo solucionan todo, este es el primer paso porque hay muchos casos en los que la maternidad es sinónimo de pobreza y de exclusión social", ha apuntado Cristina Villanueva.
Otra reivindicación importante es la de aprobar ayudas directas a la crianza en multitud de formas como exenciones fiscales, alargar los permisos de maternidad, flexibilidad horaria o trabajo… "Hay una petición actual que está lanzando, "Save the Children" que es que las familias monoparentales gocen de las mismas condiciones que las familias numerosas, que es algo que en Cataluña existe, pero no a nivel nacional. Actualmente, en nuestro país, hay un millón y medio de madres solas que tienen problemas para cubrir los costes de la crianza de sus hijos, así que esta sería una medida muy rápida, muy fácil de implementar", ha defendido Villanueva.
¿O binomio de maternidad o pobreza? Para enseñarnos esta realidad, hemos invitado a Berta Boadas, trabajadora social en la Fundación Esperanza de la Fundación La Caixa : "Nosotros trabajamos con población que tiene muchas dificultades económicas para cubrir gastos y necesidades básicas, especialmente las mujeres que están criando solas a sus hijos", ha explicado.
Y es que, han aumentado en 40.000, las familias monoparentales en riesgo de pobreza.
Madres jóvenes
En el caso de las madres adolescentes o jóvenes en edad de estudiar, la maternidad puede ser sinónimo de pobreza repentina, pero también de empobrecimiento, porque si depende de la ayuda familiar, poco a poco van menguando esos ahorros y finiquita la posibilidad de seguir formándose por lo que también menguan las oportunidades de trabajo estables y con mayor remuneración.
Mireia, era una estudiante de Diseño, cuyos sueños se vieron truncados cuando fue madre con tan solo 24 años: "El primer año de vida de mi hija lo dediqué a estar con ella. Luego quise volver a estudiar y cuando empecé, vi que era imposible compaginar el estar con ella, estudiar y trabajar, que era necesario porque yo vivía con mis padres y de los dos solo trabajaba uno. A duras penas llegábamos a fin de mes", ha relatado la joven.
"Es un choque querer estudiar más y no poder. Además, tampoco hay facilidades. Una vez quise estudiar inglés y la profesora que impartía las clases me dijo que no era mi momento tras contarle mi situación. Es muy frustrante", se ha sincerado Mireia.
A esto, se le suman los prejuicios morales que relegan a la marginalidad a muchas madres jóvenes.