Decía Leon Tolstoi en Ana Karenina que todas las familias felices se parecen unas a otras, pero que las infelices lo son cada una a su manera. Algo de esto debe ocurrir también con los países. Los que van bien se parecen. Los que marchan a trompicones cada uno tropieza en su piedra particular.
En el caso de España tropezamos una y otra vez en la piedra del empleo. Somos como Sísifo y su roca. La nuestra es el ineficiente mercado laboral, siempre cuesta arriba en la montaña. El Banco de España ha presentado sus previsiones económicas. Las revisa a la baja. Este año, en el escenario central creceremos un 6%. Pero una cosa está clara, se asome uno al escenario que sea, España destruye empleo en el primer trimestre del año.
Durante la primera mitad del ejercicio la economía española se mantendrá débil. No habrá recuperación clara hasta junio y dependerá de cuanto seamos capaces de reactivar el turismo. Al final, todos los análisis y estudios económicos quedan reducidos a una jeringuilla, al suero de las vacunas de la Covid-19.
En el pasado mes de febrero las pernoctaciones hoteleras se hundieron un 86,5%. Más de la mitad de los hoteles españoles ni siquiera abrieron sus puertas y la rentabilidad por habitación se desplomó. Encima, el Reino Unido impondrá inmensas multas a los británicos que viajen al extranjero en Semana Santa.
Regresan las restricciones en Europa, la desescalada de Alemania se frena y el comercio hace balance y aguas. Según la patronal Anged, el comercio minorista perdió el pasado año más de 20.000 millones de euros de facturación y unos 60.000 empleos. Esta pasada tarde el Corte Inglés ha llegado a un acuerdo con los sindicatos en el Ere para 3.290 trabajadores. Todo esto cuando Bankia celebraba su última junta de accionistas como entidad independiente. El viernes se fusionará con Caixabank, justo cuando la fiscalía pide más de 60 años de cárcel por presunto delito fiscal, blanqueo de capitales e insolvencia para su antiguo presidente, Rodrigo Rato.