Hay trenes que pasan una vez en la vida y hay trenes que no pasan nunca. Hay trenes que nunca paran y hay trenes que nunca andan. Y en Extremadura están los trenes que nunca llegan, que nunca llegan a su hora. El nuevo servicio ferroviario a Extremadura encadena su quinto sobresalto e incidencia. Y solo lleva cuatro días. Los ánimos están caldeados.
Cuando no es porque se recalienta la máquina, es porque algún operario se equivoca de vía y manda al tren por el trayecto antiguo, el caso es que desde que Pedro Sánchez inauguró el nuevo trayecto de alta velocidad el tren extremeño ha ido a paso de tortuga, cuando ha ido.
El tren extremeño todavía tiene que circular en buena parte por la vía antigua, en muchos trayectos sin electrificación y todo esto influye en la señalización, que cada dos por tres se cae, y obliga, por seguridad, a reducir la velocidad o incluso parar los trenes. La solución ideada por el presidente de Renfe es para enmarcar en los manuales de la política y de los viajes; primero se aprueba un descuento del 50% y después se amplían los tiempos oficiales del viaje y así no se tiene la sensación de que se llega tarde. Tal cual. Vamos que, horario que no se ve…
El ferrocarril inicialmente no nació para mover viajeros. Nació en las minas británicas para sacar el carbón. Carbón que después se utilizó masivamente para calentar los altos hornos, para mover las máquinas de vapor y los telares y, más tarde, generar electricidad. El carbón marcha de retirada, pero la electricidad, la energía, sigue enredada por culpa de Rusia, la Guerra en Ucrania y la tradicional división europea.
España propone aumentar sus exportacionesde gas al resto de Europa para evitar tener que recortar un 15% el consumo de gas, como recomienda Bruselas. Pero la propuesta española no ha gustado nada en la capital comunitaria. Un portavoz de la Comisión Europea ha afirmado que la cuestión ya se ha discutido hasta la saciedad. Pero, el hombre, Erica Mamer, muy culto él, ha utilizado la expresión latina: se ha debatido “ad nauseam”. Y en castellano esto tiene también otra consideración y la cosa no suena igual.
El Gobierno quiere coger el tren de los impuestos, de los nuevos impuestos a las energéticas y a la banca. Un tren revirado y que puede esconder más averías que los convoyes de Extremadura. De la reunión de hoy entre Nadia Calviño han surgido pocos detalles, pero mucho distanciamiento. La cosa puede terminar en los tribunales. Calviño pide a los bancos que arrimen el hombro y los banqueros reclaman que no se les estigmatice. Algo, a lo que deberían estar acostumbrados, es una constante histórica. Quizá uno de los pocos que entendió el alma del financiero fue el portugués Fernando Pessoa en su “El Banquero Anarquista”. Dialéctica pura, retorcida, como la realidad.