El gas, el petróleo, las materias primas son armas. Es lo que dice Luis Garicano, el eurodiputado de Ciudadanos. Putin utiliza el gas como un arma contra la Unión Europea.
La Unión Europea lo sabe. Pero si aprieta mucho el nudo de la cuerda del suministro del gas se ahoga. La Comisión Europea ha propuesto reducir la dependencia de Moscú en dos tercios en un año. Así que negocia con todo el mundo que pueda sustituir el gas ruso. Bruselas pone la vista en Qatar y en Argelia. Estados Unidos y Reino Unido son más radicales: prohíben la compra de hidrocarburos rusos y Washington negocia ya con la Venezuela de Maduro. Son los giros oscuros de la historia.
La cuestión es que el precio mayorista de la electricidad ha llegado a los 700 euros. Este miércoles, a esta hora, bajará algo, pero seguirá por las nubes, en los 605 euros el megavatio. Una familia española puede llegar a pagar este año 400 euros más que en el pasado año según las asociaciones de consumidores. En España el 60% del gas lo consumen las empresas, en especial la industria. Algunas compañías electrointensivas están gripando.
Un caso evidente son las siderúrgicas. Arcelor ha decidido suspender producción en sus instalaciones de Guipúzcoa. Y Arcelor es uno de los gigantes del acero. También hay problemas entre las empresas azulejeras de Castellón. Estas por partida doble, porque la energía quema y porque parte de su materia prima, la arcilla, llega de Ucrania. La marejada energética golpea también a los pesqueros. Los gallegos amarran la flota ante el coste del fuel. No hay boquerón ni sardina que lo aguante.
El petróleo supera los 130 dólares y la gasolina de 95 roza los dos euros el litro. El mercado eléctrico está roto, reconoce la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera. Con la energía al rojo vivo la volatilidad de los mercados es tan extrema que hoy sube la bolsa y a la vez se ha tenido que suspender el mercado del níquel porque su precio se ha duplicado. Y es que no solo sube la energía lo hace también el aluminio, el paladio, platino o los alimentos, un 21% más caros que hace un año. Es el infierno de la inflación con escaso crecimiento.