EN LA BRÚJULA

El monólogo de las ocho: "Una amnistía que sería la impugnación de todo un sistema"

Rafa Latorre reflexiona en su monólogo sobre la admisión a trámite del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de los recursos contra los condenados por el 'procés'.

Rafa Latorre

Madrid | 22.09.2023 20:20

Estrasburgo le ha preguntado por lo que le parece la acción judicial contra el procés. Es la gran pregunta. ¿Y qué responderá? En el fondo ya responde con sus hechos aunque también con sus palabras, porque la declaración más reciente de Pedro Sánchez ha sido precisamente renegar de la acción judicial que sirvió para frenar la aventura separatista de Puigdemont y Junqueras.

Por Estrasburgo se entiende el Tribunal Europeo de Derecho Humanos que es a quien ha solicitado amparo los independentistas condenados por el Supremo. El que ese Tribunal se haya dirigido al gobierno español es una evidencia de que va a acceder a estudiar los recursos de los del procés. Le ha preguntado si considera que las condenas impuestas por el Tribunal Supremo no eran previsibles conforme a la ley vigente o si hubo una interpretación extensiva de los delitos de sedición y malversación.

Y hay graves indicios de que la decisión que tomen será enormemente perjudicial para España. Porque cómo no van a considerar excesiva la acción judicial si hay un Gobierno trabajando día y noche para aliviar sus consecuencias.

Les voy a contar una historia. Será breve y es reciente. Hace ya meses, que Puigdemont llegara a ser un interlocutor necesario para sostener un Gobierno no era ni una hipótesis remotamente verosímil. Era inconcebible. Los magistrados del Supremo ya daban por supuesto que Estrasburgo sonrojaría al Estado de Derecho español pero no porque su sentencia no fuera ajustada a Derecho, no porque el juicio del procés no tuviera todas las garantías. No. Lo que pasa es que con sus acciones para satisfacer a los independentistas era como si el Gobierno por la vía de los hechos estuviera testificando a su favor.

Es una realidad deprimente porque una sentencia que ponga en cuestión la actuación del más alto tribunal español sería un golpe durísimo para el Estado de Derecho. Ustedes recuerden que el Tribunal Constitucional no es Poder Judicial, es un órgano político. Aquí la élite judicial está en el Supremo.

Bien. El Supremo sentenció y condenó a Junqueras y compañía por sedición y malversación. El Gobierno derogó el delito de sedición del Código Penal y rebajó la malversación para exculparlos. Antes incluso los había indulto y lo hizo contra el criterio del Tribunal sentenciador. Cómo no iba a hacerlo si su mayoría parlamentaria está apuntalada por los líderes de los partidos que dieron el golpe contra la democracia. ¿Acaso no ha sido ya desautorizado el Supremo por el Gobienro?

Eso es lo que se temen los magistrados del Supremo que ahora ven cómo se acercan con la puntilla: una amnistía que sería, no ya la impugnación de unos jueces o de un tribunal, sino de todo un sistema.

De manera que estos magistrados piensan que ojalá nos equivocamos pero hay razones sólidas para temerse lo peor. Lo peor, no para ellos, sino para los españoles, que vienen disfrutando de un periodo de estabilidad política, libertades y prosperidad que arrancó con la Transición y que hoy está peligrosamente amenazado.

Cuca Gamarra le ha pedido a las fuerzas políticas del 'no' que reconsideren sus posturas en la investidura de Feijóo. Fíjense que apela al grupo parlamentario del PSOE pero sí es verdad que hay voces dentro del Partido Popular que apelan a los diputados, para que actúen en conciencia y hagan uso cabal de su voto para investir a Alberto Núñez Feijóo.

Es una forma como otra cualquiera de pasar el tiempo hasta la investidura. No sólo porque es un esfuerzo estéril y un tanto lastimero sino porque además es absurdo e indeseable, porque a veces olvidamos que la investidura no es un fin en si mismo sino una ceremonia parlamentaria que sirve para erigir un gobierno y un gobierno debe ser estable, viable, posible y no un guiñapo surgido de un apaño. Por eso si se le va a pedir un gesto a los diputados socialistas y se va a apelar a su conciencia, mejor que se esperen. Que se escriba un buen discurso a Feijóo, que se dirija a la nación con un programa de gobierno que contraste con su adversario y que no espere que lo invistan un puñado de socialistas. Luego si eso, cuando Sánchez confirme cuál es coste real de su investidura, que los socialistas discutan con su conciencia si España puede pagarlo.

En cualquier caso hay que ir por la vida pero sin hacerse ilusiones ¿O no recuerdan cómo le cambio las listas para las generales a Page y a Lambán y cómo estos no tuvieron más remedio que tragar en el Comité Federal? Sánchez ha hecho un grupo parlamentario a su medida y ha domado de tal forma a los cuadros de su partido que estos ni siquiera tienen ya una opinión sobre algo tan rotundo como una amnistía. No es que opinen una cosa y luego la contrario. Es que han decidido no opinar nada hasta que les digan qué opinar.

Hoy Alsina se desgañitó preguntándole al madrileño Juan Lobato si consideraba justa o injusta una amnistía. Nada, nada… ni a favor ni en contra. Lo que diga Sánchez.

Y ahora lo más divertido. Esto se lo contaba a las siete y disculpen que me repita pero es que es un testimonio de época. En sentido estricto, porque permite describir un tiempo y un lugar. Escuchan la voz de Fernando Grande Marlaska explicándole a Felipe González lo que es el Partido Socialista

Oigan, hace falta cuajo, eh. Que Marlaska es hoy quien es, porque el PP lo promocionó como magistrado conservador. Ya a Felipe lo habían jubilado como presidente del Gobierno y Grande Marlaska era propuesto como vocal del CGPJ por el PP. Pero ahora le da lecciones a Felipe González y a Alfonso Guerra sobre lo que es el socialismo, lo que es la vida orgánica del PSOE, los rigores de la militancia y como le dejen les explica hasta lo que pasó en Suresnes. Es sin duda un testimonio de época.