Dentro de unas horas, mañana, Pedro Sánchez se plantará ante su Comité Federal y les explicará cómo va a construir la nueva financiación autonómica sobre el privilegio fiscal de Cataluña. El porqué ya lo saben sus barones. Había que comprar los votos de Esquerra para investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat y por eso cedió a lo que prometió que jamás cedería: un concierto económico que permitirá que una comunidad rica se salga del régimen común y obtenga más recursos.
Como esto no tiene nada de progresista y es profundamente lesivo para los ciudadanos de las comunidades de las que proceden tantos socialistas presentes en el Comité Federal, los cargos regionales acuden a la cita con un profundo estupor.
Veremos si eso aflora en algún discurso crítico. Para evitarlo ha habido ya una ronda de llamadas. María Jesús Montero, Santos Cerdán y el propio Salvador Illa, han ido llamando a los cargos que acudirán a la cita para que suavicen las críticas.
Además, pesa sobre ellos una amenaza. Con un claro afán intimidatorio, Pedro Sánchez ha adelantado a finales de noviembre el Congreso para la renovación de las estructuras territoriales del PSOE. Ellos verán si dicen lo que piensan. Pero lo piensan. De hecho un artículo de Ramón Jáuregui en El Correo está circulando de móvil en móvil entre aquellos socialistas que aún conservan algo. Este es un buen resumen: "Debemos recuperar las señas de un partido con vocación de mayoría. Nuestro proyecto parece encaminado a construir un país sin contar con una mitad de él".
Y aún está siendo muy generoso en el cálculo Ramón Jáuregui. Porque es más de la mitad, la parte que no cuenta.
Hubo un tiempo en que el Comité Federal era la expresión de una vida orgánica y de una tensión política muy creativa. Pedro Sánchez lo ha despojado de sus atributos gracias a un reglamento que ha rendido el PSOE a sus pies. Pero lo que no puede hacer es retirarles la palabra. Veremos si hablan o si callan.
Conviene no confundirse. Ayer les decíamos que la financiación autonómica es un desafío para la cohesión de un partido con el poder territorial que tiene el PP porque hay muchos intereses en conflicto. Pero quien tiene un problema es Pedro Sánchez, porque es quien ha de explicar a los socialistas manchegos, andaluces, extremeños y leoneses que el debate sobre la financiación autonómica comienza con una decisión ya tomada, que es el privilegio fiscal de Cataluña. Y partir de ese concierto económico se diseñará el resto. La financiación del régimen común que a partir de ahora bien podría llamarse del régimen vulgar.
Pero el principal empeño en estas horas recientes del equipo de agit-prop de La Moncloa es Ferraz ha consistido en convertir esto en un problema del PP. Es cierto que la precipitadísima intervención de Isabel Díaz Ayuso ayer pudo provocar una sensación de zozobra. Es lo que ha intentado paliar hoy Alberto Núñez Feijoo con un cónclave con sus cardenales. Reunió a sus presidentes autonómicos en el palacio de los Duques de Pastrana en Madrid y le dio a la cita una escenografía, más que institucional, presidencial. Le acusan en el PSOE de haberse fabricado una moncloita para la ocasión.
Lo que ha hecho es ofrecer una imagen de cohesión y tratar de conciliar las posturas de todos sus cargos territoriales. Porque la estrategia de Pedro Sánchez está destinada, antes que a convencer a los suyos, a tratar de dividir a los populares. Por eso, en lugar de convocarlos a una Conferencia de Presidentes los irá llamando uno a uno. Porque además de la tentación de que alguno haga primar su interés particular sobre el interés nacional, eso le permitirá representar la ficción de un modelo federal. La ficción porque en realidad es un modelo confederal en el que el punto de partida es el privilegio fiscal de una comunidad rica.
La solución que ha encontrado Feijóo y que todos han asumido es libertad para atender la llamada de Sánchez, pero siempre con una posición única en lo que se refiere a la financiación. No habrá negociaciones bilaterales sino que se exigirá una solución multilateral. Y esto lo ha asumido también Díaz Ayuso.
Si ayer la protagonista del día fue casi de forma unánime para la prensa la presidenta del Supremo Isabel Perelló, hoy ha querido emular su discurso el presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde Pumpido. Lo que ocurre es que hay notables diferencias.
Es una magnífica declaración de intenciones que tiene escasa credibilidad. A Cándido Conde Pumpido casi nadie le discute ni el conocimiento ni la pericia técnica ni la brillantez expositiva. Lo que se le discute es otra cosa. Y eso es lo que le ocurre a su discurso, que adolece de falta de credibilidad, entre otras cosas porque él fue impuesto, después de haberse empeñado de forma obsesiva, por el partido del Gobierno.
Y luego su desempeño no ha decepcionado. Digamos que ha correspondido al empeño. Porque se ha comportado como un actor político más, con una previsibilidad embarazosa en sus votaciones y decisiones tan discutibles como la amnistía encubierta de los socialistas responsables de los ERE fraudulentos en una actuación como tribunal jurisdiccional que excede en mucho sus competencias. El respeto empieza por uno mismo y como la propia Isabel Perelló dijo en su discurso, las sentencias y decisiones judiciales están legítimamente sometidas a la crítica. Pero es que además el TC no es ni siquiera Poder Judicial.