La idea es que tiene este gobierno de lo que es emergencia nacional es tan volátil, evanescente, mutable, como cualquier opinión de Pedro Sánchez. ¿Qué es una emergencia nacional? ¿Acaso no es una emergencia una catástrofe que atraviesa tres comunidades autónomas y que obliga a la movilización del ejército y el desplazamiento de voluntarios de toda España? No parece.
De hecho si lo recuerdan, aquí, en la antena de 'La Brújula' le preguntamos a Margarita Robles, que es la ministra de Defensa y se mostraba algo dubitativa a la hora de evaluar lo ocurrido como una emergencia nacional.
O sea que si es para movilizar inmediatamente al Ejército, la catástrofe sufrida por valencianos, albaceteños o malagueños no es una emergencia nacional. Pero si es para colocar a un cargo de confianza y perpetuarlo más allá de lo que le corresponde, entonces sí.
Porque fiel a su costumbre el Gobierno ha decidido colar un dedazo emboscado en el decreto de ayuda a las víctimas. Esta es una táctica especialmente perversa que el Gobierno ya utilizó cuando coló a Iván Redondo y Pablo Iglesias en la comisión del CNI en un decreto de la pandemia. Esto ya es algo casi rutinario.
Ahora Interior usa el real decreto de medidas urgentes de la DANA para retrasar la jubilación del Director Adjunto Operativo, José Ángel González. El argumento que utiliza es que se trata de una emergencia nacional.
¿Qué es una emergencia nacional? Pues lo que conviene en cada momento. No es la suficiente emergencia nacional cómo para involucrar al Gobierno pero sí como para blindar a un cargo de confianza. Cuando los periodistas se han sorprendido por la elasticidad del concepto, en realidad por lo oportunista del concepto, el ministerio del Interior ha remitido un extensísimo argumentario. Pero largo, largo como Anna Karenina, qué digo, el Guerra y Paz de los argumentarios, pero si no era necesario. Si es muy fácil comprender por qué la catástrofe es una emergencia nacional, lo difícil es explicar por qué el Gobierno no lo ha considerado así hasta hoy.
Conste que una parte muy considerable de la culpa es de Carlos Mazón. De hecho, la falta de liderazgo de Mazón es clamorosa principalmente porque no supo transmitir desde el primer momento que la gravedad de la situación excedía en mucho la capacidad de un gobierno regional. Quizás el problema es que estaba penando la larguísima comida que le impidió llegar a tiempo a la reunión del Comité de Emergencias. Quizás si hubiera cumplido con su labor con escrúpulo, habría asumido de forma inmediata que la tragedia exigía un despliegue del Ejército reservado para las emergencias nacionales.
Hoy Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a defender a su barón valenciano, en Espejo Público de Antena 3, dice que hizo lo que pudo con la información de que disponía, pero ahora introduce una salvedad, porque Susanna Griso le ha preguntado si él hubiera elevado la alerta al nivel 3, al contrario de lo que ha hecho Mazón, y Feijóo ha respondido sin dudarlo que sí.
La crítica más severa la ha reservado Alberto Núñez Feijóo para Teresa Ribera. Desde luego por lo que dice está absolutamente invalidada para ser vicepresidenta de la Comisión Europea.
A esta hora está Teresa Ribera sometiéndose al examen para el que lleva preparándose tanto tiempo. Porque si algo se ha manifestado en esta crisis es la interinidad de la Vicepresidenta de Transición Ecológica, inédita en la tragedia de Valencia hasta nueve días después de que la Dana arrasó los municipios aledaños a la Rambla del Poyo.
El Partido Popular ha maniobrado en Bruselas para cuestionar su idoneidad como Vicepresidenta de la Comisión Europea y la pregunta desde hace horas es si conseguiría deshacer un pacto que implica negociaciones cruzadas entre Estados y partidos o si sólo se trata de un ejercicio de oposición pirotécnica. ¿Hay posibilidades reales de impedir el nombramiento?