Es un día para el recuerdo y para acompañar en el duelo a los que perdieron a un ser querido en la peor tragedia natural que se recuerda en Valencia. Una catástrofe que también dejó su rastro de muerte en Letur (Albacete) y en Málaga. Hace una hora que comenzaba en la catedral de Valencia un oficio solemne en recuerdo de las víctimas.
El arzobispo de Valencia ha oficiado el funeral que ha contado con la presencia de los Reyes. Lo cierto es que Felipe y Letizia han cumplido con su palabra de no dejar de acompañar a quienes lo han perdido todo en esta tragedia. Hubo un momento crítico en que el sentimiento de orfandad de esa gente era desolador y el Estado se hizo presente gracias a la presencia de los Reyes que supieron aguantar la ira comprensible de quienes se habían sentido abandonados. Que cada cual haga el balance de su comportamiento.
Al final, casi con la misa empezada, se han unido a la ceremonia tres ministros del Gobierno, pero esta mañana en la agenda de los miembros del Gobierno no estaba previsto la presencia de ninguno en Valencia. Finalmente han ido María Jesús Montero, Diana Morant y Ángel Víctor Torres.
No Pedro Sánchez, que no consideró oportuno ir. Por lo que sea, quizás por ahorrarse alguna escena desagradable como si no le fuera. Fuentes de la Moncloa alegan que no va porque no es un acto de Estado… a lo cual uno se pregunta si el presidente ya solo va a ir a actos organizados por el Estado.
Lo cierto es que están tratando a la Comunidad Valenciana como si fuera una región de Namibia, con tal distancia afectiva que uno empieza a cuestionarse si queda un rastro de empatía o la Moncloa es una especie de agujero negro de las emociones que solo permite pensar en términos estratégicos o cínicos. En fin…
Sí han acudido las autoridades regionales, el presidente de la Generalitat Carlos Mazón, que al menos está sabiendo asumir con cierta entereza las protestas que sufre y las escenas desagradables que su cargo le depara.
En fin, otra oportunidad perdida para estar cerca de quienes viven su duelo y de quienes sigue sufriendo las consecuencias de la terrible tormenta y la riada. Hoy contaba en Más de Uno el vicepresidente de la reconstrucción Gan Pampols que la tarea más complicada es el drenaje de los garajes, anegados aún por aguas ya hediondas.
Pero en medio de la destrucción hay también noticias alentadoras que indican que la vida sigue, como el regreso de los niños al cole…
Siria es una incógnita y quien diga que sabe lo que esconde el futuro tras la caída de Assad, miente o es un vendedor de crecepelo. Porque el único gobierno hoy en Siria es el de la incertidumbre. Bachar Al Assad perpetuó el régimen de terror de su padre Hafed, gracias a que durante todo este tiempo la comunidad internacional lo consideraba el mal menor.
Algo parecido a lo de Sadam en Irak, una tiranía cruel pero garantía de estabilidad, una estabilidad fundada en la sangre. Por alguna razón, seguramente por la incapacidad de manejar tantos frentes, Irán y Rusia han dejado caer a su sanguinario aliado que ahora se encuentra en un exilio dorado al amparo de Putin.
Pero hoy la pregunta es quién es Al Julani, porque hasta hoy se trataba de un terrorista islamista, cercano a Al Qaeda, pero la victoria militar provoca estas transformaciones. Hoy ya se ha empezado a describir la contradicción del radical moderado que ya vivimos cuando los talibanes reconsquistaron Kabul en Afganistán. De repente, casi te decían que se habían hecho socialdemócratas… los talibanes…
Bien, Al Julani es un islamista suní cuya principal virtud es su enemistad con Irán y por extensión con Hezbollah. Pero por lo demás, una de sus primeras medidas en los lugares que ha ido ocupando su milicia Jabhat Fateh al-Sham ha sido instaurar la Policía moral. O sea, como en el Califato.
Lo que ocurre es que la ilusión, la esperanza generada por la caída del sanguinario Al Assad, ha pospuesto casi cualquier reflexión sobre el futuro. Esa esperanza es real. Tan real como las colas y embotellamientos para regresar a Damasco. No para huir.