Carlos Mazón ha admitido errores en su gestión de la catástrofe pero no ha precisado cuáles. Este leve anticipo de una autocrítica permite aventurar que el próximo jueves presentará una remodelación de su gobierno con ceses y que él no dimitirá.
Es verdad que en el Partido Popular ya es una certeza que ha manejado de forma negligente la crisis y la incomodidad con él ya es irreversible. Pero ahora no creen que haya llegado el momento de dejarlo caer porque la renovación del liderazgo es imposible sin pasar por las urnas y eso no sólo sería un suicidio sino también una irresponsabilidad, porque hay urgencias de las que ocuparse sin que una campaña o un vacío de poder haga imposible la gestión.
El jueves a las diez de la mañana querrá que la destitución de algún consejero o consejera parezca una catarsis. Lo cierto es que su Gobierno funcionó mal, pero el principal culpable fue él, que no estuvo donde tenía que estar el día de la catástrofe y después no supo asumir que la gravedad de la tragedia excedía con mucho la capacidad del poder regional.
El ambiente en el Gobierno central es bien distinto. No hay ni una molécula de contricción ni la más mínima voluntad de hacer autocrítica… es más… Pedro Sánchez pretende procurarse un aplauso. Parapetado eso sí detrás de los servidores públicos.
El equipo de narrativa y propaganda de la Moncloa está en momento delirante. De esta crisis lo que quedará de Pedro Sánchez será aquella frase maldita que sí pronunció «Si necesita más recursos que los pida», la huida de Paiporta mientras los Reyes daban la cara y ahora esta propuesta lunática del aplauso promovido por el gobierno.
Cómo hemos llegado a esto. Les cuento. Pedro Sánchez ha convocado a los medios para presentar un nuevo paquete de ayudas para los afectados. Un nuevo decreto con otros 3.700 millones en ayudas y escudo social y 110 medidas diferentes, que sumado al de la semana pasada alcanza los 14.300 millones para los afectados. Cuento con ello con el Partido Popular que va a votar a favor.
La comparecencia ha derivado en las preguntas a la cuestión político y ahí se manifestó el Sánchez más cínico, porque después de ofrecer un respaldo sin fisuras a Teresa Ribera y a todo su gobierno ha dicho que no es el momento de ocuparse de la gestión de Carlos Mazón. Como si no hubiera un reparto de papeles y no hubiera a sus órdenes un aparato destinado a convertir esto en un nuevo Prestige. Que en esto está parte del Gobierno y todo el PSOE desde el mismo día de la catástrofe. Es verdad que el PSOE esto lo hace mejor que nadie. No hay catástrofe a la que no saque un rédito político y sin embargo cuando le toca apechugar con el descontento ciudadano lo atribuyen a campañas antisistema de ultras. Pasó en la pandemia y pasa hoy, cuando no la Guardia Civil no ha hallado ni un solo indicio de que la protesta de la que huyó de Paiporta mientras los Reyes daban la cara fuera atizado por alguien más que por gente del lugar.
Por cierto que es curiosa la referencia a los aplausos de la pandemia… ya digo que el equipo de narrativa y fabulación de la Moncloa vive tiempos de delirio… En cuanto a la pandemia, tanta previsión es llamar a manifestarse el 8M del año de la pandemia como irse a comer el día de la Dana. Sánchez confía ciegamente en que la memoria de los españoles es frágil pero yo de él no avivaría demasiado el recuerdo de la gestión de la pandemia, porque fue sencillamente desastrosa.
En cuanto a Teresa Ribera, sí que hay una responsabilidad por la que aún, tantos días después de la DANA, aún no ha respondido. Primero el Comité de Crisis del gobierno se reunión pasadas las 11 de la noche, eso significa que la imprevisión fue aún peor que la del Gobierno Valenciano pero es que en su ministerio, responsable de las cuencas ocurrió el peor error de diagnóstico de toda esta crisis, que fue centrar toda su atención en el desbordamiento del Río Magro y en el peligro de rotura de la presa de Forata e ignorar que la Rambla del Poyo se había convertido en un tsunami que arrasaría todas las poblaciones que atraviesa.
Hoy el Partido Popular amaga si bien bastante tímidamente con complicarle la vida a Teresa Ribera, ya sólo ocupada en procurarse la vicepresidencia de la Comisión Europea. Mañana se somete al examen para la designación como vicepresidenta para la Transición Limpia, Justa y Competitiva. Dicen que van a endurecer el examen y supongo que estarán maniobrando, el problema es que luego salga ratificada y todo quede en un gesto de impotencia.