La relación de España con Estados Unidos no va a ser nada sencilla. Pero no sólo porque Pedro Sánchez, en un exceso de ambición y de amor propio, se haya propuesto como el antagonista transatlántico de Donald Trump. Eso puede leerse como una cuestión de política menor. Hay algo mucho más preocupante para España y es la línea estratégica que hoy ha dibujado en Davos el presidente de Estados Unidos.
No ceja en su empeño de forzar a los países de la OTAN a elevar su gasto militar para contribuir a la defensa de la Alianza. Y si eso va a obligar a un esfuerzo presupuestario difícilmente asumible para países como Francia o como Italia, para España el abismo es sencillamente insalvable. Porque España es, después de Bélgica y Luxemburgo, el país de la OTAN con un gasto militar más escuálido. España gasta en Defensa un 1,24% del PIB. Si ya cumplir con el compromiso del Gobierno de elevarlo al 2% se antoja una proeza, alcanzar el 5% que ahora demanda Estados Unidos es una fantasía.
Había una gran expectación por el discurso de Trump en Davos. El Foro Económico Mundial es una empresa privada, igual que X o que Tik Tok, pero ocurre que allí es donde se produce una conversación pública más interesante. Si lo recuerdan, fue en el Foro de Davos donde Javier Milei pronunció uno de sus discursos más influyentes. El discurso de hoy de Trump ha confirmado los temores de la Unión Europea. Será un socio muchísimo más exigente. "Me encanta Europa, pero nos trata de forma muy injusta", ha dicho. Y ha reclamado menos carga fiscal y regulatoria europea en productos que afectan a los intereses estadounidenses.
Ocurre, además, que en España no hay una mayoría parlamentaria que permita hacer reformas o aprobar un nuevo presupuesto y qué decir de incrementar el gasto de Defensa. Ustedes imagínense a Bildu o a Sumar aprobando un incremento del gasto militar.
Claro, para eso Pedro Sánchez recurre al PP, al que ubica al otro lado del muro para marginarlo y luego recurre a los populares cuando está con el agua al cuello o necesita desplegar políticas de Estado.
Hoy ha confirmado cuál es su doctrina y la de su voceros: "Hay que ver qué mal gobierna la oposición". Esta narrativa turulata es la que trata de imponer desde que ayer recibiera un severo castigo parlamentario, se confirmara que no tiene mayoría para gobernar y que los grupos parlamentarios no van a someterse a más chantajes. Porque es una práctica habitual de Sánchez lo de tomar como rehén al interés general.
Así ha ocurrido con su decreto botillo, una melopea legislativa en la que incluía todo tipo de caprichos y que utilizaba a pensionistas y el transporte público como escudos humanos. El decreto fue tumbado en una suerte de cuestión de confianza oficiosa. No tiene mayoría y no la va a forzar mediante el chantaje.
Ahora, que si el gobierno realmente estuviera preocupado por las consecuencias que sufrirían los ciudadanos por el fin de la bonificación al transporte o porque no se hayan revalorizado las pensiones, hoy mismo habría reunido al Consejo de Ministros para aprobar cada una de estas medidas en sendos decretos que contarían con una mayoría absolutísima.
Pero el gobierno ya ha informado, desde primera hora y a través de los medios orgánicos, que no. Que lo que pretende es convencer a los ciudadanos de que culpen al PP y luego ya, si eso, buscarían una solución. Por lo pronto, quien ha encontrado una solución son la mayoría de las comunidades autónomas, que han asumido el coste para evitar trasladarlo a los ciudadanos y no hay previsto un Consejo extraordinario para que el Gobierno de la nación se haga cargo. Hoy Alberto Núñez Feijóo se lo ha repetido a Sánchez. No va a someterse a más chantajes con el interés general como rehén.
Pero no sólo se lo dice Feijóo, al que prometió marginar políticamente en su discurso de investidura. También se lo ha dicho Carles Puigdemont al que cobijó como socio bajo una primera persona del plural mentirosa. Ese "somos más" que solo tuvo vigencia para investirlo como presidente y nada más. También Puigdemont le dice que los decretos de uno en uno.
Pedro Sánchez ha regresado a Valencia. Esto ya es noticia. Ya es un titular noticioso, porque Valencia lleva esperando a Pedro Sánchez desde que esté puso pies en polvorosa en Paiporta, a causa de las protestas de sus vecinos.
Esta vez ha preferido no pasearse por un municipio afectado para comprobar cómo avanzan los trabajos de reconstrucción o palpar el ánimo de los ciudadanos. Tampoco ha convocado a Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, lo cual además de una descortesía no deja de ser curioso porque le atribuye toda la responsabilidad en lo que ha ocurrido y ocurre en Valencia. Sí ha ido al cuartel de Bétera, ha dialogado con los alcaldes y ha hecho nuevas promesas para dotar de liquidez a unas administraciones locales que están desbordadas por la magnitud de la reconstrucción.