Aunque el tono de los discursos no permitan apreciarlo, algo ha cambiado tras el acuerdo entre el PP y el PSOE para renovar el CGPJ. El cambio ha sido muy distinto del que tantos preveían, cuando tras conocer el pacto auguraban que se abrirían grandes grietas en el Partido Popular. Lo que ha ocurrido es que los socios del Gobierno, los socios que le quedaban al Gobierno,en un severo ataque de cuernos le han preguntado a Sánchez qué significa esto.
Ione Belarra no representa a una fuerza muy numerosa, pero el discurso de Esquerra es similar y toda vez que la legislatura ha volado por los aires en Cataluña cada voto es determinante. La posición de Podemos además pone en evidencia a Sumar. Que ha quedado atrapado en tierra de nadie, en un no-lugar desde el que es imposible enhebrar un discurso. Ha quedado completamente desplazado de las negociaciones, no se le ha concedido ni una baza, toda su dialéctica de clases sobre la judicatura ha sido perfectamente ignorada y no sólo no ha alzado la voz sino que el hilo de voz que le queda lo utiliza para elogiar el liderazgo de Sánchez, como un Smithers esforzado y poco recompensado.
Todo eso ha sido visible y audible en la sesión de control que ha auspiciado el primer encuentro entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo desde que se anunció su primer gran acuerdo.
Se notaba en Alberto Núñez Feijóo un tono de sobrecompensación. Esto de la sobrecompensación lo define la psicología como «cuando se corrige de forma exagerada un defecto real o imaginado, físico o psíquico».
En realidad quería transmitir a los suyos que no hay tregua por más que haya habido acuerdo. Y de hecho ha puesto a desfilar por el hemiciclo a todos los blancos favoritos de la oposición, empezando por el investigado entorno familiar del presidente del Gobierno y siguiendo por el inidóneo Fiscal General del Estado.
Lo cierto es que había una gran expectación y una cierta prevención por ver la acogida interna de este crucial pacto con Sánchez en el PP. Muy recientemente Sánchez había señalado dos nombres muy concretos que le impedían a Feijóo sellar la renovación del órgano de gobierno de los jueces. Le dijo: «es que a usted Aznar y Ayuso no le dejan pactar los jueces». Pronto fueron conjurados esta mañana. El primero a través de un comunicado de FAES, que es la Fundación que preside y que mostraba un apoyo inequívoco al pacto por lo que supone de avance para la independencia judicial. Lo que dice FAES es que «de la lectura del acuerdo no se desprende ninguna abdicación de planteamientos irrenunciables por parte del PP. Al contrario, ha conseguido verlos plasmados en el compromiso de promulgar una Ley Orgánica que los incorpore haciéndolos obligatorios».
En cuanto a Ayuso, que había sido muy explícita sobre los peligros de acercarse a Sánchez siquiera para solventar una anomalía que ya duraba cinco años, se ha alineado con total rectitud con el resto de los barones. De hecho a Feijóo le preguntaron en los pasillos del Congreso, camino del hemiciclo por la presidenta madrileña, y él ha revelado una conversación muy tempranera con ella desde Alemania.
Ya les decimos que las grietas se advierten en el casco de la mayoría del Gobierno. Porque es verdad que Vox ha acusado al PP de traición, pero no parece que eso vaya a afectar a los gobiernos que comparten en las autonomías. Al PSOE sí le están amenazando los suyos con dejarle solo y con la consecuencia inmediata de que no le voten los Presupuestos.
En cuanto al estado de las relaciones en el bipartidismo. En realidad, nadie ha celebrado el acuerdo en los términos convencionales en los que se suele sellar un pacto entre partido. Ha ocurrido algo bastante divertido porque unos y otros han tratado de ridiculizar al contrario por pactar con el adversario. «Así que ustedes pactan con ultras…», «Así que ustedes pactan con el autócrata»… como si ambos debieran avergonzarse de tratar con semejantes compañías.
La sesión ha continuado… uno de los momentos más esperados en estas sesiones de control recientes es el intercambio entre Cayetana Álvarez de Toledo y Félix Bolaños, que además se da la circunstancia de que es ministro de Justicia y ha sido el negociador con el PP.
Ya corren los segundos hacia unas nuevas elecciones en Cataluña después de que se celebrara eso que llaman el acto equivalente, que no es más que una liturgia vacía para que pueda avanzar el calendario hacia una repetición electoral. Ni Salvador Illa ni Carles Puigdemont han querido presentarse a una investidura por miedo a que el fracaso parlamentario fuera el inicio de su campaña. Todo dependería de Esquerra, pero Esquerra se está desangrando en una guerra interna que incluso trae amenazas de escisión.
¿Resolverá Esquerra sus cuitas internas y convencerá a sus asamblearios a tiempo para investir al socialista? Cada día que pasa se ve como algo más improbable, así que en las sedes de los partidos hoy se trabaja, más que con la hipótesis, con la certidumbre de que en octubre los catalanes volverán a ir a votar, que es una costumbre que han adquirido muy a su pesar, esto de ser llamados a la urnas cada pocos meses.