Ya le salen al Gobierno las cuentas de la felicidad. Yolanda Díaz da las gracias a Más País y Compromís, también ha todos los que han apoyado la reforma laboral. El problema es que los renglones están torcidos. Para que cuadre todo hay que sumar los nueve votos de Ciudadanos y con suerte PdCat. Porque a día de hoy no está ni Esquerra ni Bildu ni BNG ni la Cup ni el PNV. Los costaleros parlamentarios se desmarcan de la gran ley del Gobierno en la legislatura que claficó Sánchez como la "legislatura del empleo". Pues los colegas no están.
El bloque de investidura no actuará como tal. Y salvará la ley, salvo que medie milagro, la bruja mala, el villano Ciudadanos. Con Rivera no, se cantaba en Ferraz en 2019, con sus herederos sí. Echenique insinúa que si ahora la aprueban los colegas díscolos que hay que animarse. Para cambiarse en el futuro el decreto tendría que tramitarse como proyecto de ley. Si eso pasa, la patronal ya ha dicho que se baja del acuerdo. Eso sería un fracaso nacional y europeo para Pedro Sánchez, casi tanto como el apoyo de Ciudadanos para Yolanda Díaz.
En cuanto a la ley de la vivienda, la ministra Raquel Sánchez insiste en que no invade ninguna competencia autonómica. El sector no lo ha recibido con entusiasmo que entiende que puede espantar a los inversores. Madrid considera que es una falta del respeto del Gobierno con las comunidades.
Sigue la mascarilla en el exterior. El Gobierno cuela en la convalidación del decreto de uso de las mascarillas el compromiso de subida a los pensionistas. Así quién se va a oponer a esto, es como cuando a un hijo le metes la verdura entre la carne picada.
