La Presidenta de Prisma Publicaciones Laura Falcó Lara presenta en 'La rosa de los vientos' a Catalina de Médicis, la apodada Reina Negra que se erigió en una de las figuras políticas más importantes de una de las épocas más violentas de la historia de Francia.
Camino al trono
Hija de Lorenzo II de Médicis y Magdalena de la Tour d’Auvergne, Catalina de Médicis nació en Florencia en 1519. Con apeas tres años de visa se quedó huérfana y su su tío, el papa Clemente VII, asumió su tutela. Su infancia, a caballo entre Florencia y Roma, estuvo marcada por la convulsa política del turbulento Renacimiento italiano, cuestión que condicionaría su aprendizaje y determinaría su personalidad.
En el año 1933 Catalina hizo su entrada oficial en la Historia cuando se casó con Enrique de Valois, el segundo hijo de Francisco I de Francia que, interesado en la línea de sucesión de los Médicis, convino este matrimonio con el papa. En cualquier caso, Catalina no estaba destinada a ser reina, pero todo cambió cuando en agosto de 1536, de manera inesperada, murió el primogénito del rey francés convirtiendo a Enrique en heredero de la Corona. El hecho de que el marido de Catalina pasase automáticamente a ser el heredero del trono contribuyó a desatar las sospechas de envenenamiento y, aunque Francisco I no disminuyó el afecto por su nuera a causa de tales rumores, a la florentina se le atribuyó el papel de envenenadora.
Pasión por los tóxicos
A lo largo de casi diez años, Catalina obró con mucha cautela para evitar ser reemplazada por alguna amante de su esposo, pero cuando en 1549 -dos años después de la muerte de su suegro y de la entronización de Enrique II- Catalina fue proclamada reina de Francia, todo comenzó a cambiar. Dado que era frecuente que el rey se ausentara de la corte por motivos bélicos, Catalina asumió en diversas ocasiones el gobierno que ejerció con solvencia.
A la muerte de su marido durante una justa, Catalina asumió el control absoluto. La florentina pasó a dirigir el reino como regente hasta que sus hijos crecieran para ejercer el gobierno real de Francia.
Para mantenerse en el poder, Catalina recurrió con frecuencia al su uso de distintos venenos. Y es que en la Europa del siglo XVI estaban muy en boga los tóxicos para asesinatos políticos debido a que demostrar su empleo resultaba sumamente complicado.
Entre las muertes por tóxicos que se le atribuyen se incluyen la de su suegra, la reina Juana III de Albret a quien, al parecer, envenenó mediante unos guantes que le regaló. Después de probárselos, la monarca navarra degustó con un dedo una crema de queso ingiriendo así el letal veneno.
Parece que también intentó asesinar a su yerno, Enrique IV de Francia, pero el plan falló porque el libro de páginas envenenadas paró en las manos de su hijo Carlos IX que leyó con fruición y murió por error.
La Reina Negra
Se decía que la florentina, "rocambolesca y complicada" según apuntaba Falcó, probaba sus pócimas así como sus posibles antídotos con los condenados a muerte y que anotaba cuidadosamente sus efectos.
De este modo Catalina de Médicis logró erigirse en una de las figuras políticas más relevantes del siglo. Mujer culta, supersticiosa y amante de las artes, fue implacable y cruel con sus enemigos y cambió varias veces de aliados, pactando, cuando la ocasión lo requería, con católicos y protestantes indistintamente. No en vano, se ganó el sobrenombre de La Reina Negra y Madame la Serpiente.