Esta preciosa mansión de estilo francés situada en el corazón de Sevilla está coronada por dos enigmáticas figuras mitológicas. Con tal pasado mítico no es de extrañar que esté en la Alameda de Hércules, uno de los lugares de una ciudad con duende.
La casa fue levantada en 1864 por encargo del Marqués de Esquivel. Seguía una estética francesa que se diferenciaba del resto de mansiones que jalonaban la Alameda de Hércules. Seis años después de su inauguración, el marqués vende la propiedad y esta fue cambiando de manos e, incluso, llegó a ser una casa de citas. Sus estatuas de sirenas hizo que se la conociera por ese nombre: La Casa de las Sirenas.
Una de las familias que habitó hasta esta vivienda hasta mediados del siglo XX fueron los Portilla, que tenían un hijo homosexual, algo que para la época estaba perseguido y condenado. Según la leyenda, se recluyó en la casa sufriendo hasta el fin de sus días. Otra leyenda cuenta que el joven no se enclaustró voluntariamente, sino que la familia lo mantuvo encerrado durante años.
La casa quedó abandonada y ya en democracia se vino abajo. Las hermosas rejas que cubrían sus ventanas fueron robadas y las esculturas de las sirenas que le dieron nombre a la propiedad. Es entonces cuando comienzan los rumores de que la casa está encantada.
En 1992, el Ayuntamiento de Sevilla inicia los trabajos de demolición y reconstrucción de la finca y la convierte en un centro cultural. Es entonces cuando los sucesivos guardias de seguridad del edificio afirman ver una figura que deambula y se dirige a las antiguas caballerizas de la casa.