A principios del siglo XX, se instalaron en Argentina emigrantes proxenetas de origen judío polacos que se asociaron en la Sociedad Israelita de Socorros mutuos Varsovia, cuyo negocio consistía en controlar unos 2000 burdeles con miles de mujeres de origen judío que eran obligadas a prostituirse.
Silvia Casasola relata cómo eran captadas estas chicas en aldeas polacas, rusas y otros lugares del Este, engañándolas con un buen trabajo o incluso el matrimonio. El negocio era muy rentable y tenían grandes contactos con políticos y autoridades. Pero todo se desmoronó cuando Raquel Liberman les denunció, convirtiéndose en la primera mujer en ir contra todo un sistema.