"Tenía que haber muerta pero nací viva", cuenta Melissa a la BBC. Creció feliz en su familia sin saber nada hasta que una discusión con su hermana le hizo preguntar… El dolor al descubrir la verdad la provocó un trastorno alimenticio y adicción al alcohol. No quería ser lo que era. Cinco años después, con 19, Melissa decidió buscar a su madre biológica, Ruth, un proceso que le llevó más de diez años, pero de nuevo consiguió lo que parecía imposible y se quedó sorprendida al escucharla.
"Mi madre biológica había pasado más de 30 años creyendo que yo había muerto ese día en el hospital. No le dijeron que había sobrevivido. Lo mantuvieron en secreto", dice "me ofrecieron en adopción sin que ella lo supiera. Ni siquiera si había sido niño o niña al nacer". Lo que más afectó a Melissa fue ver el arrepentimiento en los ojos de su madre.
Melissa también supo que Ruth nunca quiso abortar, que fue obligada y que su abuela participó en el plan. Es algo que le produce tristeza pero que ha conseguido superar. Se considera una de las personas más afortunadas del mundo.