"No puedo recordar a cuánta gente maté, demasiada para contarla", dice Ronal a la BBC, a lo que Iskandar añade: "Apuñalé a un hombre, lleno de rabia. Pensé: si quieres matarme, yo lo haré antes". Las atrocidades que cometieron les siguieron atormentando tras la firma del acuerdo de paz entre las dos comunidades en 2002. Más de 5.000 personas fueron asesinadas y medio millón desplazadas.
Esta es la canción que Rolan cantaba cada vez que salía a matar, con 10 años. Creía que luchaban en una guerra santa. "Estábamos defendiendo nuestra religión, nuestra casa. Poníamos los cadáveres alrededor porque nos daba fuerza para luchar más duro". Iskandar cuenta que en su bando eran bastante sádicos y que empezó a combatir por un deseo de venganza tras el asesinato de su primo.
Cuando llegó la paz, ambos estaban traumatizados por lo que habían visto y hecho. En 2006, coincidieron en un taller de superación para niños soldado. Estuvieron a punto de matarse hasta que empezaron a escuchar sus respectivas historias. Y se dieron cuenta de que se habían enfrentado a los mismos problemas. Rolan ha encontrado una salida en el arte y Iskandar en la naturaleza. Tienen claro que nadie ganó el conflicto.
"Si pudiese volver atrás", asegura Ronal, "me hubiese encantado jugar simplemente como un niño normal".