"Cuando comenzó la guerra me quedé con mis abuelos y huimos al monte. Mis padres se llevaron a mis hermanos y huyeron a Angola. Me sentí abandonado y eso me empujó a unirme a la milicia", dice. El 60% de los milicianos de la región son niños, según Unicef. El nivel de brutalidad del conflicto fue inusitado. Decapitaciones, fosas comunes, detenciones arbitrarias, torturas y asesinatos. Mientras que los más jóvenes se emplean en las cocinas o en otras tareas domésticas, los mayores pueden verse obligados a matar o a ser escudos humanos
"Luché con la milicia durante 6 meses, maté a 7 personas. Todos ellos eran soldados. No me sentía culpable en ese momento, pero ahora que lo pienso, me siento fatal ". Sea cual sea su edad, tienen que someterse a ritos de iniciación que incluyen beber brebajes que pueden contener alcohol o huesos humanos molidos, o comer carne humana para adquirir supuestos poderes que les protegerán en los combates. La organización ha conseguido liberar a 1.700 niños y les han ayudado a reintegrarse en sus comunidades. Joseph está en ello
"Me gusta coser porque arreglo cosas. Ahora puedo ayudar a mis amigos reparando sus ropas rotas", comenta. Para que se recuperen de la violencia vivida, hay que volver a enseñarles cómo perdonar, cómo amar y respetar a los demás y, solo entonces, aseguran desde Unicef, poco a poco, hay algunos que comienzan a volver a la normalidad.