Allí fue la primera vez que escuchó un concierto y se quedó cautivada, pidió un violín por Navidad. Años más tarde regresó a su país, asistía a fiestas de la alta sociedad y cantó incluso para las autoridades etíopes. Destacó por ser la primera mujer en trabajar para la administración pública, en cantar en una iglesia ortodoxa y en trabajar como traductora para el patriarca ortodoxo de Jerusalén. Pero su vida de cuento se interrumpió cuando Italia invadió Etiopía en 1936 y perdió a tres miembros de su familia. Emahoy fue evacuada a Europa, pero siguió con su sueño de convertirse en música, algo que hizo realidad en El Cairo, donde siguió con sus estudios de violín junto a afamados expertos en este instrumento.
Entonces su vida cambió de forma radical, dejó a un lado su carrera musical tras no poder acogerse a una beca en la Real Academina de Música de Londres y se convirtió en monja. Pasó una década viviendo descalza y sola en un monasterio de Etiopía hasta que volvió a dedicarle tiempo a su pasión, escribiendo sus propias composiciones.
Cuenta a la BBC que no eligió ser famosa pero en 1996 su música paso a la esfera internacional desde la Iglesia Ortodoxa etíope de Jerusalén, donde a sus 93 años vive en una modesta habitación acompañada de su piano. Ha recopilado todas sus composiciones en un libro y sus obras han sido interpretadas en conciertos. También ha creado una fundación para ayudar a los niños a adquirir instrumentos y educación musical.