Ron y su esposa, Wendy, adoptaron entonces a Metro, aunque pronto llegaron las malas noticias. El desgaste en su rodilla se iba complicando por la presión de su propio peso, y se barajeó la posibilidad de sacrificarlo. Ron, que se sentía muy unido a Metro, pasaba horas observándole y le hacía gracia como subía y bajaba constantemente la cabeza, a la vez que se preguntaba qué pasaría si le ponía un pincel en la boca. Su mujer fue la primera que desconfió de las ocurrencias de su marido.
Resultó que Metro tenía otra vocación escondida que le iba a brindar una segunda oportunidad en la vida. ¡Era todo un artista! El público comenzó a interesarse por su cuadros y el caché de las obras de Metro subía rápidamente.
Sus lienzos han alcanzado tanto valor que Ron ha podido financiar un tratamiento experimental personalizado para este caballo de carreras reconvertido en artista. Un artista que conoce muy bien el camino del prado a los pinceles y que, mucho más recuperado, se dedica ahora a pintar para recaudar fondos que destina a su fundación de ayuda a otros caballos que, como él, se lesionaron, y a los que Metro, explica Ron, ha salvado la vida.