A pesar del auge del fútbol femenino, el fútbol sigue siendo cosa de hombres. De hecho, Ángeles sostiene que ese ambiente bien podría ser "el consejo de administración de cualquier empresa española en los años 90".
El público, en su mayoría, son señores gañanes más bien, por mucho que algunos periodistas escriban sobre el asunto "intentando dotarle de alta literatura a un juego en el que otro grupo de señores con peinados y tatuajes imposibles con logo manejan la pelota", dice. Entre los que van al campo están quienes horas antes de dirigirse al estadio ya han desayunado varias cervezas. Otros que llevan todo en sus maletas: pelucas, pinturas para la cara, las cuerdas vocales y el hígado a punto. "Vienen juntos, han dejado a las parientas, porque hablan así, en casa y se sienten los reyes de la selva", comenta Ángeles y, además, suelen llevar banderas "con las que, a la mínima, juegan al noble arte del toreo".
Ángeles también analiza la figura de el neceser de los futbolistas, "ese tótem sagrado del ídolo de masas hortera". Siempre se les ve llegar a los hoteles con la maleta y el neceser en la mano, como si no les cupiera. Otro complemento característico de los futbolistas es el coche grande, con señoras estupendas siempre a su lado.
Con esta selección pasan cosas curiosas. Por ejemplo, quiénes son estos muchachos. ¿Dani Olmo? ¿Sarabia? Hay dos Llorentes y "hay dos Torres, pero ninguno es Fernando", comenta la periodista. Además, la confusión aumenta porque, para uno famoso que conoce, De Gea, el entrenador Luis Enrique le dejó en el banquillo durante el partido.
En el fútbol masculino también ocurre que a ninguno de ellos le gustan los de su mismo sexo: "El futbolista que le gustan las personas de su mismo sexo es como una especie mitológica". Aunque, "después de la decisión de la UEFA de no iluminar el Allianz Arena con la bandera arco iris, cualquiera se anima", critica Ángeles.
