Dicen que la historia no se repite, pero que sí rima. Algo parecido está pasando en Nicaragua donde un héroe de la revolución parece encaminado a convertirse en el mismo dictador al que ayudó a derrocar hace 4 décadas. Si a finales de los años 70, la revolución sandinista liderada entre otros por un tal Daniel Ortega, provocó la caída del dictador Somoza, hoy, una parte importante de la sociedad nicaragüense se rebela contra su antiguo héroe en defensa de una democracia que temen estar perdiendo.
Para encontrar el origen de esta crisis debemos remontarnos a abril del 2018, cuando el gobierno sandinista aprobó una reforma que aumentaba las contribuciones de los trabajadores al tiempo que recortaba las pensiones de los jubilados.
Inicialmente, los movimientos estudiantiles se echaron a las calles encendiendo una mecha que no iba a tardar en explotar. En pocos días, las principales ciudades del país se convirtieron en el reflejo de una sociedad rota: de un lado, manifestantes de toda índole, en su mayoría opositores divididos durante años, y del otro, fervientes sandinistas, grupos paramilitares auspiciados por el orteguismo y una policía implacable.
En medio de todas estas protestas, documentando todo estaba el periodista nicaragüense, Carlos Salinas, quien confiesa con pena a Onda Cero, que su país se encuentra en un estado de sitio desde hace más de 1 año.
Hoy Carlos vive en México trabajando para el diario El País. A él, como a tantos otros periodistas exiliados, la persecución que vivió por parte del orteguismo le obligó a salir apresuradamente de Nicaragua.
En un año y 4 meses, la crisis ha dejado al menos 300 muertos, más de 2.000 heridos, 70.000 exiliados, 300.000 empleos perdidos y una economía que se encamina a su peor escenario en más de 30 años. La presión internacional será clave para encontrar una solución pacífica a la crisis, las elecciones no llegarán hasta el 2021 y Ortega parece decidido a aferrarse al poder como ya hiciera el dictador Somoza que ayudó a derrocar hace 40 años.