Recorrió en apenas 3 horas y 40 minutos los 30 kilómetros de esta dura prueba que pasa por ser la segunda de más altura a nivel mundial. Una de esas hazañas que han sacado los colores a los principales equipos profesionales, ¿cómo pudo marcar el segundo mejor tiempo entre 372 ciclistas, este humilde campesino a lomos de una bicicleta que daba la impresión de desvalijarse a cada pedalada? Maximiliano tampoco se lo explica.
Loco por la bicicleta y la naturaleza pero víctima de sus orígenes humildes que le han impedido siempre competir en igualdad de condiciones. Dedica 10 horas al día a cultivar sus terrenos y cuando tiene tiempo libre le gusta reparar bicicletas y pedalear. Así, recorriendo a diario las empedradas calles de su localidad natal, comiendo tortillas y frijoles, ha conseguido alcanzar una fortaleza física impropia para un hombre de su edad. La fama y el premio en metálico no le abruman, asegura que su vida no va a cambiar y que mientras el cuerpo aguante, seguirá compitiendo.