Precisamente hambre fue lo primero que sintió Raquel al pisar tierra victoriana. ¡ Qué asco le daba todo, ella acostumbrada a los potajes de su madre!...y aunque muy agradecida ¡qué incomodo era dormir con su amiga, en una cama de 90 y no tener ropero.. Vivían con tres almas más que igual que ellas, buscaban un sitio en alguna parte. Raquel no recuerda haber comido tantos cereales con leche en su vida ni tanta past… para un día que compró carne, se le pegó el piso entero. Solo les faltó maullar.
En su carta de presentación no falta ni un título universitario, ni ganas ni guapura, pero de inglés poco. Ya se lo habían dicho, “ te dan trabajos de mierda”, pero no creía que fuera tan literal. Y ahí estaba ella, limpiando retretes de una hamburguesería o grasa en la cocina. Aunque estaba rota, pidió con ahínco al encargado, un paquistaní esclavista, que le diera más faena porque no quería volver a España. El hombre sonrió de medio lado y le contestó aquello de “more english ”. Ella lo intenta pero dice que los de allí solo quieren practicar una cosa y no está por la labor, ella que se lame las heridas por el novio perdido…cuenta que se siente como Escarlata O´Hara en “ Lo que el viento se llevó” cuando jura que no volverá a pasar hambre y sonríe.