Alejandro dice que tiene muchos recuerdos del tiempo que pasó ingresado en el Hospital Niño Jesús de Madrid por un cáncer. Asegura que le cuidaron mucho y que se sintió como un adolescente cuando no tenía que recibir el tratamiento de quimioterapia: "Disfrutaba el tiempo que podía".
Confiesa que al principio fue "un poco frustrante" porque no sabía qué iba a pasar: "Llegué con 16 años, vi a niños calvitos por los pasillos y pensé 'pobrecillos'. No sabía yo que días después yo sería otro calvito. Mis amigos se iban de fiesta los viernes con chicas y yo no podía".
Afirma que el tiempo que estuvo ingresado fue muy duro porque le costaba mucho estar rodeado de sus seres queridos, pero que poco a poco fue pasando por los tratamientos y adaptándose a sus clases en la habitación: "Hay muchas cosas que no pude vivir en mi adolescencia", pero asegura que también tuvo buenos recuerdos gracias a médicos, enfermeras y voluntarios.
Su enfermedad ha condicionado su labor profesional y es que ahora, con 31 años, es trabajador social sanitario en el Niño Jesús porque "le debía algo al hospital".
Estudió Trabajo Social y se enfocó en la parte de pediatría y sanidad para tratar con las repercusiones sociales que sufren los pacientes y familias cuando se tiene una enfermedad, ya que a veces se pierde la identidad del niño y de que pueda vivir su vida.
"Estoy en una unidad integral con médicos, enfermeras y con niños que no se van a curar y que reciben cuidados paliativos, desde donde intentamos que la mayor parte del tiempo estén en su casa".
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