Afincada en España desde hace once años, hace unos días Charifa, refugiada y traductora afgana, pudo reencontrarse con su familia en la base aérea de Torrejón de Ardoz. Hasta allí se había desplazado para recibir a sus padres y a su hermana -familiares a los que no veía desde hacía más de una década- y aunque lamenta que gran parte de su familia ha tenido que quedarse en Afganistán, esta mujer afgana se mostraba satisfecha y emocionada.
"Por un lado están felices, pero por otro, están tristes porque han dejado toda su vida en el que era su país", confesaba al respecto.
Desde la noticia de las primeras evacuaciones, la traductora afgana ha estado trabajando en la base aérea de Torrejón para ayudar al personal del ministerio de Inclusión y a la Cruz Roja y, consecuentemente, para socorrer a las decenas de afganos que han aterrizado en suelo español.
"Estaban nerviosos y asustados, pero yo intentaba tranquilizarles", explicaba Charifa transmitiendo la complejidad emocional que implica abandonar forzosamente la patria: "Es un cambio muy grande y, aunque España se parece mucho a mi país, sigue siendo difícil".
Nuevo statu quo
Charifa ha expresado su preocupación por el devenir de su país a raíz de la llegada de los talibanes al poder, hecho que, según la afgana no ha sido fortuito. "Hay muchos países que apoyan a los talibanes y también muchos afganos que están de acuerdo con ellos", manifestaba.
Aunque cree que, de momento, los talibanes continuarán con su estrategia pacifista, Charifa considera que todo forma parte de una "gran mentira". La situación de las mujeres le preocupa especialmente. "Ya no tienen vida allí", aseveraba antes de proseguir: "No van a dejar a las mujeres estudiar, ni salir a la calle solas, ni tampoco hablar alto en las terrazas..."
Refugiados por el mundo
A pesar de que muchos de los afganos huidos están inquietos e incluso "en shock", Charifa se mostraba moderadamente optimista: "Yo en Afganistán no pude estudiar, pero aquí estudio y trabajo".
Su ejemplo ha sido fundamental, explicaba, para tranquilizar a las decenas de familias que, exiliadas de su país, deben emprender una nueva vida en sociedades distintas que se expresan en lenguas diferentes a la suya.
En cualquier caso, Charifa confía en la en la empatía extranjera y espera que no se produzcan oleadas de xenofobia.